jueves, 5 de agosto de 2010

La vida se nos escapa entre las llemas de los dedos

Ya no sé cuándo será la próxima vez que veamos el clásico del Madrid Barça juntos, ya no sé cuándo volveremos a reírnos juntos de esa gente que se cree superior. Ya no sé cuándo podremos volver a ver el mar y disfrutar de su olor, imaginando que más allá del horizonte podría haber una vida mejor.

Quizá leer esto te parezca un poco cursi, repipi e incluso desesperado, pero yo siempre he creído que las personas merecen saber lo que se piense de ellas antes de marcharse, pues al fin y al cabo nos hayamos ido todos vendrán a echar flores a nuestro agujero.

No sé si te irás ahora, mañana o pasado, pero así son las cosas y así nos ha tocado vivirlas. Aún así y por falta de fuerzas para decirte esto frente a una camilla, quiero que sepas que siempre recordaré todos los consejos que me diste, las gracias que me hiciste, el apoyo que me prestaste, tu sonrisa, tu buen humor y tu más que magnífico sarcasmo.

domingo, 1 de agosto de 2010

Palabras y más palabras

Hay personas que, a veces, se creen tan maduras que ni siquiera se dan cuenta de que son los seres más primarios del mundo. Las utopías que persiguen y las etiquetas que manejan les hacen perder toda la credibilidad que se ganan con sus planteamientos y palabras.
Unos se esconden detrás de vidas acomodadas y apoyos sociales, otros escapan al día a día para no perder la ilusión de derrocar la crueldad de esta realidad. Otros muchos deciden que lo mejor es aparentar ser algo que, de verdad, no existe. Algo como un arquetipo, como una marca que deberían registrar, como llegar al trabajo, fichar y marcharse. Personas que se rigen por el principio del libre albedrío pero que después no dejan de ser igual de vanales que el resto, igual de superficiales que el resto, y sus palabras y poses no los alejan ni los exentan del prototipo de imbéciles sin rumbo fijo.
No me gusta la arrogancia ni el egocentrismo. Odio la inmadurez y la desfachatez pero, sobre todo, odio las mentiras, las poses y las conveniencias. Las malas contestaciones y las eliminatorias inmediatas cuando no se pertenece a ningún lugar. Odio las palabras fáciles y las impresiones apresudaras, el querer arreglarlo todo con un "lo siento" después de un "vete a la mierda", el "ahora no es el momento", el "eres demasiado débil y te caes demasiadas veces". Odio que las personas se crean con el derecho a decirme cómo debo ser y actuar, presumiendo de madurez personal y de vagaje cultural. Odio tener que repetir siempre que las cosas se ven diferentes desde fuera y de que no todo tiene siempre una razón.

En este momento en el mundo hay alrededor de unos 7 billones de personas. Unos caminan temerosos y otros solo cuentan mentiras para terminar el día. Unos se esconden para combatir contra el mal y otros simplemente se escapan para respirar. Siete billones de personas, de almas que se buscan las unas a las otras, y lo triste es saber cuánta fantasía, inmadurez y falsedad reinan todavía en un músculo al que llaman corazón.