Al otro lado no hay perdón

Allí permanecí. A mi lado la vidriera más grande que jamás había visto y yo apenas era capaz de distinguir los colores que la decoraban. Todas las imágenes de mi mente eran del mismo color, todas las sensaciones me llevaban al mismo lugar y todas las palabras llegaban en la misma dirección.
En mi mente solamente se cruzaban semáforos en rojo y señales de stop. Vuestras caras al otro lado de la línea reflejaban enfado y dilataban vuestro estado de decepción. Me odiabais, no había más que verlo. Y aún así, yo no era capaz de sentirlo. No veía la razón por la que debía pedir perdón, hasta que me dije a mi mísma que si no la encontraba sería porque no existiía, sería porque gastar mi vida diciendo "lo sientos" innecesarios me ha impedido ver con claridad cuando cometo un error, sería porque en ese sentido soy una especie de animal mecánico capaz de repetir siempre la misma expresión- lo siento- con tal de no quedarme sola.

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